Prólogo
El mensaje del doctor W. Glyn Evans "En mi angustia, mi paz" está dirigido al lector que sufre y que no alcanza a descifrar, en su confusión, el intrincado mundo de sus tinieblas interiores. Hallar los vestigios que lo orientan hacia la luz que libera y vivifica, es misión del ser humano. Reconciliarse con el Creador es necesidad fundamental, para disipar toda sombra en la relación con los demás seres y en el tácito dialogo con nosotros mismos. Los hitos conductores del camino de la perfección los podemos hallar en la belleza de la creación y la revelación de la palabra, diseñadas por la mano poderosa de la misericordia divina.
Lamentablemente, valores equivocados, de fortísimos pero vanos resplandores, interfieren su inapagable señal. Es necesario entender que Dios hizo al ser humano como una totalidad y que el ama esa misteriosa unidad de cuerpo, mente y espíritu. En Cristo encontramos la verdadera integración que transforma nuestra angustia en paz. Este libro enseña que toda patología que afecta la mente o el cuerpo tiene una raíz en lo profundo del espíritu. Al llegar la sanidad divina a esas oquedades, cambiará su contenido negativo por actitudes cristianas: el perdón, la confesión en orden a la reconciliación con Dios, la meditación en la vida transcendente, la oración y la aceptación de la voluntad del Señor, aunque la lógica humana finita no la entienda. Entonces, podremos superar la angustia, la desazón de vivir sin esperanza. Las recomendaciones del autor suscitan un proceso de purificación de las fuerzas morales que mueven al ser humano. De esas terapias nacerá, sin duda, nuestra cercanía al sufrimiento ajeno, que es como decir reconocimiento y entrega al prójimo en servicio y amor, y la dulzura de sentirnos en paz con nosotros mismos.
El resultado final será el regocijo con que Jesús termina el discurso de las bienaventuranzas. Si de algo ha servido mi colaboración en esta traducción de la obra del Dr. Evans, el más beneficiado he sido yo, que, desde mi óptica de cristiano católico, he podido enriquecer mis ideas sobre el particular y asomarme a un universo evangélico que no solemos transitar en la práctica. ¡Laus Deo! José Luis Villamizar Melo.